Un arte de vivir junto al mar
Entre elegancia costera y encanto natural, Dinard cautiva con su atmósfera singular. Ciudad con un pasado prestigioso, ha sabido conservar el espíritu de las grandes estaciones de veraneo mientras cultiva una dulzura de vivir propicia para la evasión. Aquí, todo invita a ralentizar, a contemplar, a saborear cada instante frente al mar.
Playas variadas para todos los placeres
El litoral de Dinard se extiende a lo largo de casi 9 kilómetros y ofrece una amplia variedad de playas con ambientes contrastantes. La playa de l’Écluse, animada y céntrica, es emblemática con sus tiendas rayadas y su piscina de agua de mar. Saint-Énogat, más íntima, revela un rostro más discreto de la estación. La playa del Prieuré, más retirada, acoge a las familias en un entorno tranquilo, mientras que la de Port-Blanc cautiva con su carácter más salvaje. En marea baja, calas confidenciales se desvelan a los paseantes curiosos.
Paseos costeros y vistas impresionantes
La ciudad invita al paseo gracias a sus senderos costeros que bordean los acantilados, dominan el mar y conducen a los famosos puntos del Moulinet y de la Malouine. La Promenade du Clair de Lune, un verdadero jardín suspendido sobre el agua, conecta el centro de la ciudad con el puerto ofreciendo panoramas inolvidables. El sendero de los aduaneros (GR34) permite a los caminantes continuar la exploración a lo largo de las calas y las villas históricas.
Un patrimonio arquitectónico preservado
Dinard es un museo al aire libre. Más de 400 villas Belle Époque son testimonio de la antigua grandeza de la ciudad. Entre ellas, la villa Les Roches Brunes domina el mar y acoge regularmente exposiciones. Los barrios residenciales de Saint-Énogat y de la Malouine son especialmente ricos en edificios destacados. Los amantes de la historia también apreciarán la iglesia anglicana de San Bartolomé, vestigio de una época en la que la clientela británica influía en la vida local.
Jardines escondidos y rincones secretos
Más allá de los paseos clásicos, Dinard desvela tesoros discretos. Algunas escaleras y senderos poco conocidos ofrecen vistas inéditas sobre los tejados y jardines privados. Eventos como los «Rendez-vous aux jardins» permiten en ocasiones adentrarse en estos refugios de verdor, cuidadosamente mantenidos por los habitantes.
Una naturaleza omnipresente
El Parque de Port-Breton, junto al mar, combina espacios boscosos, un rosal y áreas de juegos para una pausa en la naturaleza. La fauna marina también se descubre durante salidas organizadas alrededor de los herbarios o en la zona intermareal. Los amantes del ciclismo pueden tomar la vía verde que lleva a Dinan, para una escapada al interior del país.
El mercado y los placeres gastronómicos
La gastronomía es parte integral de la experiencia en Dinard. Tres veces por semana, el mercado de las Halles reúne a productores locales, pescaderos y artesanos. Ostras, galettes, crêpes, caramelo de mantequilla salada o kouign-amann: tantas especialidades para degustar en el lugar o llevar. Las pequeñas direcciones del barrio, a veces discretas, suelen reservar excelentes sorpresas.
Direcciones confidenciales y saber hacer local
Lejos de las zonas turísticas, algunas panaderías, pescaderías o creperías familiares perpetúan un auténtico saber hacer. Galerías de arte o talleres de artistas se abren al público en verano, permitiendo descubrir la ciudad desde un ángulo más íntimo. La mediateca y sus exposiciones sobre la historia local también reservan agradables descubrimientos.
Una ciudad activa todo el año
Dinard no se duerme fuera de temporada. Entre sus momentos destacados, el Festival de Cine Británico atrae cada otoño a los apasionados del cine. Animaciones estivales iluminan las noches, especialmente en el paseo Clair de Lune. Conciertos, exposiciones temporales, eventos sobre naturaleza o gastronomía marcan el calendario cultural.
Un cruce inolvidable hacia Saint-Malo
El transbordador marítimo que conecta Dinard con Saint-Malo ofrece una experiencia única, especialmente al atardecer. El corto trayecto permite admirar la bahía en todo su esplendor, con las murallas de Saint-Malo como telón de fondo. Un momento suspendido, ideal para cerrar un día de exploración.
El encanto discreto de una ciudad a escala humana
En Dinard, se toma el tiempo. El tiempo de un paseo, de un mercado, de una mirada intercambiada con un habitante. Es una ciudad que se merece, que se descubre paso a paso, sin prisas, dejando lugar para lo inesperado. Una estación costera que ha sabido preservar su personalidad y su elegancia, lejos del turismo de masas.
Consejos de conocedores
Para apreciar mejor Dinard, elija los momentos de luz suave: temprano en la mañana o al final del día. No dude en salir de las rutas clásicas, conversar con los comerciantes, dejarse guiar por una callejuela, un sendero, una escalera olvidada. A veces, es allí donde se esconden los recuerdos más bellos del viaje.













